domingo, 24 de febrero de 2013

CARICIAS

Son las cuatro de la mañana, no puedo dormir, me muevo de un lado a otro en la cama, me levanto; tomo agua, los vecinos festejan algo, me doy cuenta por el volumen alto de la música. Yo festejo estar vivo, haber llegado hasta aquí, brindo tomando agua en un vaso de plástico. Hace un año sufría de insomnio, consulté médicos, leí revistas, hice todo lo posible, y siempre con resultado negativo. Llegaba como podía a la oficina del concejo, mi jefa de sección dejó pasar mi falta y me dijo:
 - ¡Ramírez! Una vez te perdono. Dos ya no. Vos sabes que tengo un superior vigilándome, así que te despiertas o te despierto a patadas-
 Consciente de la advertencia contesté:
-Sí señora Marcela. Le pido un café a Chavecito, bien cargado, y sigo-
Intenté compensar mi trabajo llegando temprano y haciendo horas extra, con la ilusión de que reconocerían mi tarea.No fue así. El insomnio me había vencido, llegaba todas las noches, me tenía encadenado. Como no podía descansar miraba televisión, escuchaba radio. En ocasiones armaba cajas con palitos de helados o limpiaba la casa, escuchaba las sirenas de la policía o de las ambulancias; oía disparos, indagaba el horóscopo, calculaba mi ascendente, hacia mil cosas, pero no podía cerrar los ojos. Otro mes así, ya me era imposible disimular. Tenia los ojos rojos por trasnochar. La situación se fue de las manos, mi jefa me echó. Era jueves, y yo en la calle, me desperté, veía los ómnibus, el puesto de diarios, el auto de la licenciada. Como pude me serené, pedí un café, aproveché para ir al parque a pensar qué hacer para tener dinero. Media hora pasó, miro por la ventana y lentamente el día comienza a manifestarse.¿Sabes?. En esas horas también revisaba algunos expedientes, hojeaba sorprendido y con bronca que había quienes tenían un cargo y cobraban por dos; como esas irregularidades pasaban contigua a la mía, y mis superiores hacían la vista gorda, que yo hablara significaba poco. Cuarenta y cinco minutos de la madrugada anuncia la radio que dejé encendida. Parpadeo, bostezo, estiro los brazos y anoto en un papel unas direcciones. Respiro, y lentamente abro la tapa a rosca de un frasco con aroma a flores que paso por mi nariz, puedo decir que ahora me voy a dormir. Camino por el living apagando las luces, voy por el pasillo al dormitorio y en esa oscuridad una mirada pálida me sorprende.Pensé que te habías quedado a dormir Malena, pero no eras vos. Tuve miedo, volví dos pasos atrás, puse mis manos en la pared. Esos ojos volvieron a mirarme más de cerca, diciéndome:
 -Dormirás tu sueño-
Y sus dedos acariciaron mi cara.
 -Dormirás tu sueño-
Y sus dedos acariciaron mi cara.

                                    Autor: Mauricio  González Faila




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